El brillo se fue yendo de la tela con cada una de las pinceladas, robado por esos mamelucos blancos. Blancos como los no pareceres; tan blancos como los sicofármacos que te vuelven un zombie.
Una imagen inexplicable, un rombo absurdo que ocupó el lugar de un ojo que se mira a sí mismo, corona la cara sufriente del retrato que acaba de terminar Heriberto.
La luz cae tenue sobre el siquiátrico y él, babeándose un poco y arrastrando los pies,vuelve pabellón adentro.
De "Perros Verdes".
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